IAL

“La tolerancia de las plantas al estrés es parte de su evolución”

Así lo expresó el Dr. Carrillo en el Seminario: Largo adiós: ascenso y caída del transportador electrónico flavodoxina durante la evolución vegetal.


Foto: Alberto Perezlindo, CONICET Santa Fe.

 

Así lo expresó el Dr. Néstor Carrillo* en el IAL durante el Seminario “El largo adiós: ascenso y caída del transportador electrónico flavodoxina durante la evolución vegetal”. Entre otros temas, se refirió a la controversia sobre transgénicos.

¿A qué aludió la exposición?

Este tema sobre el cual expuse es producto de una línea de trabajo de mi laboratorio, la más extensa, porque lleva más de diez años, y básicamente lo que describe es la identificación y el uso de una proteína que se encuentra en microorganismos como un elemento para aumentar la tolerancia de las plantas a situaciones ambientales adversas. Y me gustaría mencionar dos cosas en este sentido: primero, las plantas son inmóviles y por lo tanto su respuesta a situaciones ambientales adversas como pueden ser altas temperaturas, heladas, sequía, exceso de luz, entre otras, son de naturaleza bioquímica. No tienen conducta, no tienen comportamiento y por lo tanto no pueden irse. Esto, para un bioquímico, es como para un chico entrar en la tienda de los juguetes, o sea, los metabolismos que las plantas tienen son muchísimo más excitantes que los que tienen los animales, incluyendo los humanos.

La otra cuestión es, estos microorganismos que mencionaba antes, de donde identificamos elementos que tenían que ver con la tolerancia a estrés, son los antepasados evolutivos de las plantas actuales. Y ahí entra el componente histórico, o sea, las plantas derivan de estos microorganismos pero algunos genes que ayudaron a estos microorganismos a sobrevivir en condiciones ambientales adversas se perdieron a lo largo del largo camino evolutivo que lleva a las plantas terrestres actuales. Como también se perdieron en los animales. Se privilegiaron otras cosas.

¿Hubo una interrogación básica?

La pregunta que nos hicimos fue sencilla: identificamos esto que funciona en el microorganismo que, en principio, teóricamente, podría estar funcionando en plantas; reintrodujimos en plantas a ver qué era lo que ocurría. Tuvimos suerte y estas plantas mostraron tolerancia aumentada a un cierto número de situaciones ambientales adversas que tienen valor agronómico.

¿Por ejemplo?

Deficiencia de agua, heladas, altas temperaturas combinadas con sequía, deficiencia de hierro -es crónica en muchas partes del planeta, no tanto en nuestro país-, y aspectos tales como el exceso de irradiación. En términos generales, estas plantas funcionan mejor.

¿Qué significa  esto?

Que están más saludables, las hojas son más saludables, las hojas fijan el carbono y esto se traduce en los productos que finalmente consumimos: semillas, frutos, tubérculos, etc. Entonces esto, de alguna manera, fue interesante desde el punto de vista científico porque pudimos probar una idea y, por supuesto, al probarla comprendimos la magnitud de nuestra ignorancia. Se abrieron diez preguntas nuevas (¿por qué si esto es así no pasa esta otra cosa?) y al mismo tiempo tuvo una “pata” -de alguna manera- “tecnológica” que nos permitió proyectarnos hacia el sector productivo, patentar y en última instancia licenciar este descubrimiento a nivel de las empresas de alta tecnología.

¿De qué cultivos estamos hablando?

Nosotros tenemos un grupo pequeño -de unas 6 personas-, en una universidad provincial, o sea que trabajamos con sistemas modelo. Básicamente, en nuestro caso, los sistemas modelo de plantas son una mostaza y el tabaco. La mostaza no tiene ningún valor comercial y el tabaco sí, pero muy mala prensa. No queremos estar ligados a eso. O sea que nuestros trabajos originales se hicieron en tabaco y un poco en esta mostaza que se llama Arabidopsis, ni siquiera la mostaza con la que se hace la del tipo “Dijon”; es una mostaza silvestre. Después, a través de los contactos que establecimos y de las patentes que se hicieron, sí se transformaron muchos cultivos. Algunos que funcionaron mejor y otros que funcionaron peor. Los que han tenido más éxito son arroz, remolacha y caña. En este momento, estamos trabajando con papa, que es muy prometedor pero que está en un estadío posterior -no la preparamos nosotros porque no tenemos estructura para eso (conseguimos que nos la preparara otro laboratorio)-, y con colza. Pero a esta altura hay muchos cultivos transformados por otros grupos y personas, incluyendo soja, maíz, alfalfa. Nuestro grupo solo ha transformado tabaco y tenemos para trabajar cebada y papa, que nos han facilitado otros laboratorios.

A futuro, ¿habrá eventuales trabajos en conjunto con el IAL?

Con el IAL tenemos un origen común, y de hecho hemos seguido colaborando, no en un proyecto definido porque tenemos líneas complementarias, pero sí intercambiando y apoyándonos mutuamente. Hasta hace algunos meses, he trabajado con vectores que nos ha facilitado Raquel (Chan), y siempre estamos intercambiando con Daniel González (IAL). Tenemos una posibilidad de hacer unas técnicas que ellos manejan y nosotros no, y por supuesto siempre estamos abiertos a colaborar.

Transgénicos

“Yo creo que nos debemos un debate crítico porque considero que hay una parte de razón en todos los actores. A mí me parece que en un país como el nuestro, donde los recursos naturales son tan importantes y una fuente potencial de nuestro desarrollo, cerrarnos a un desarrollo biotecnológico porque tiene riesgos no es una buena política, o por lo menos sería importante demostrar que no hay alternativa, que uno va al desastre. Todo desarrollo tecnológico tiene sus riesgos. Y no es la alternativa volver a los árboles y a la Edad del Bronce, por un lado, o venderse a Monsanto, por el otro”.

(*) Investigador del CONICET en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario -CONICET/UNR- y docente de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la UNR.

Por el Lic. Enrique A. Rabe (ÁCS)