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“El peso (paso) del tiempo en el INTEC. Relatos de Compromiso, Autonomía e Independencia Tecnológica en dictadura”.
Autora: Lic. Victoria Castro Demiryi.
Presentación del artículo por Dra. Gabriela Patricia Henning, Directora INTEC
A inicios de la década del 70, Alberto Cassano, fundador del INTEC, había gestado el germen de este instituto al iniciar el Departamento de Graduados de la Facultad de Ingeniería Química, de la Universidad Nacional del Litoral. INTEC estaba ya preparado para materializarse como un instituto de doble dependencia de la Universidad Nacional del Litoral y del CONICET. Iba a nacer algo demorado, pero como muy pocas instituciones lo hacen en nuestro país, con un futuro claramente definido a través que un minucioso plan estratégico, elaborado con mucha anticipación. Éste proyectaba un perfil multidisciplinario, a través de una perfecta combinación de líneas de investigación de avanzada y un programa de desarrollo de recursos humanos altamente
calificados, que marcaba una notoria anticipación a los tiempos.
A poco del nacimiento del Instituto, ese camino claro y definido se torna complejo e intrincado.
En 1975, el Ing. Aníbal Núñez de la Comisión Nacional de Energía Atómica, propone a la Dirección del Instituto llevar a cabo un proyecto de producción de agua pesada, el cual cambiaba el norte oportunamente trazado y planteaba inmensos desafíos. No sólo se debían dejar de lado las áreas del conocimiento ya planificadas, por un dominio del que poco se sabía, sino también se generaba la necesidad de gestionar un grupo de trabajo joven y casi sin experiencia, orientándolo hacia la labor en equipo en el campo tecnológico, tarea nunca sencilla en la Argentina. Estos retos, tan importantes de por sí, se agigantaban en un contexto de país con profundos cambios originados por la irrupción del régimen militar, con especial impacto en la Facultad de Ingeniería Química y en buena parte del personal afectado al proyecto, que también tenía una clara participación política. A cada paso se entremezclaban las medidas de un régimen que poseía una fuerte determinación hacia la independencia en el campo de la energía nuclear, y por ende gran promotor del proyecto de agua pesada, con decisiones que afectaban la vida cotidiana de los miembros del proyecto, forzándolos en algunos casos a establecerse fuera del país. Definitivamente el INTEC nació en tiempos tormentosos, en aguas de borrascas, pero con el afán de alcanzar un sueño de independencia tecnológica. Las controversias surgieron desde el primer día y éste ha sido hasta hoy su sello distintivo, su marca en el orillo.
Este artículo de Victoria Castro saca a la luz muchos de los debates y polémicas, tácitos y explícitos, que afectaron el nacimiento de INTEC, marcando a fuego a sus creadores y primeros integrantes. Consigue rescatar los desafíos que estos enfrentaron; lo logra de manera inteligente y elegante, sin caer en juicios de valor, ni en conclusiones apresuradas. La riqueza del material presentado permite que cada lector haga su propia valoración y genere su interpretación de los tiempos y los personajes. No obstante, probablemente muchos lectores coincidan en que la pequeña epopeya del
agua pesada tuvo como principal motor el sueño del desarrollo tecnológico nacional de punta, condimentado con el orgullo y obstinada dedicación de sus líderes y del personal involucrado en el proyecto.