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La enfermedad quística ovárica vacuna, una patología en estudio

Pablo Díaz es médico veterinario y becario del CONICET en el Instituto de Ciencias Veterinarias del Litoral, sito en la ciudad de Esperanza, Santa Fe.


Pablo Díaz. Foto: CONICET Santa Fe.

 

¿Cuándo se despertó su interés en la investigación?

Ya graduado, solicité la beca doctoral tipo I de CONICET bajo la dirección del Dr. Hugo Ortega, actual Director del ICIVET Litoral y del Laboratorio de Biología Celular y Molecular Aplicada, de la FCV/UNL. Nuestro grupo de investigación se encarga, en una de sus ramas, de estudiar una importante patología denominada Enfermedad Quística Ovárica (EQO), que afecta en gran medida la eficiencia del sistema de producción lechero. Los procesos que ocurren dentro del folículo ovárico son el resultado de múltiples factores que comprenden al animal y al medio -en el que también estamos involucrados nosotros, los humanos, modificándolo en gran medida-. Estas influencias, actuando en conjunto, pueden llegar a causar esta patología. Nosotros intentamos estudiarla en todos sus aspectos, tanto en la realidad del campo como en su desarrollo de base molecular acá en el laboratorio a fin de comprender todos los sucesos fisiopatológicos que se producen en el ovario, en los folículos, dentro de él y más profundamente en las células que lo componen.

En particular, ¿a qué raza afecta?

Es muy característica de las vacas lecheras, y nosotros centramos nuestros estudios en la raza holando-argentino predominante en nuestros tambos. Esta patología está muy ligada al sistema productivo, a los factores estresantes que sufren estos animales de alta producción lechera. Debo señalar que los sistemas productivos tienden a modificar a los animales a través del tiempo, seleccionándolos por sus rasgos fenotípicos y características genéticas, siempre muy relacionadas con la productividad y que, finalmente, van en deterioro de algunos sistemas fisiológicos como, en este caso, la reproducción. Una patología importante que surge de estos cambios en la fisiología de la vaca lechera es la EQO.

¿Qué logros han obtenido?

Hace ya muchos años que el grupo trabaja en este tema. Como lo que hacemos es investigación básica creo que hemos llegado a un nivel de entendimiento importante de la fisiopatogenia de esta enfermedad, conociendo muchos aspectos a nivel celular y relacionándola con las realidades del campo y de la producción. Hemos trasladado nuestros conocimientos a nivel del campo en cada visita que hacemos a las explotaciones lecheras que nos abren las puertas para trabajar, y también aprovechamos las oportunidades de presentar nuestros datos en congresos, reuniones y ante medios de difusión, como en este caso, y cualquier situación que nos dé el espacio para aportar desde nuestro lugar.

Las instituciones de producción agropecuaria, ¿se interesan en estos estudios?

Sí, están al tanto de lo que hacemos tanto en nuestro grupo como en el abocado al estudio de la glándula mamaria, que también trabaja acá en el laboratorio, aunque, a veces, se torna difícil el traslado del conocimiento básico de biología molecular al campo, y a esto nos dedicamos bastante. Realizamos salidas a campo para tomar muestras y conversamos con los productores, enfatizando la importancia de esta enfermedad y cómo tratarla con eficacia. También tratamos a los animales con distintas metodologías, a saber: aplicación de hormonas; aspirado folicular guiado por ecografía, que es una forma de tratamiento; modificaciones en lo que respecta al sistema productivo en sí; alimentación, control del estrés y una larga lista de “etcéteras” de factores que se suman a esta patología.

¿Es una enfermedad frecuente en los rodeos lecheros regionales?

Nos movemos en un radio de cien kilómetros y abarcamos varios establecimientos, por lo que encontramos tambos donde hay un 5% de prevalencia y otros en los que se puede detectar hasta un 15%, con una mayor incidencia relacionada con el pico de lactancia que se produce junto a un estado metabólico de balance energético negativo, y consecuente con un proceso de estrés por la misma intensidad de la producción y el ambiente. En toda etapa de lactancia se pueden presentar este tipo de patologías.

¿De qué magnitud son los tambos que visitan?

En general, tienen entre 300 y 500 animales en ordeñe; hay otros de hasta 800 o 900 vacas y, dependiendo del sistema productivo y de alimentación que utilicen, habrá más o menos incidencia de la enfermedad quística ovárica. Podemos inferir, y esto sucede para muchas enfermedades, que los animales sujetos a un sistema de producción lechera intensivo tienen un nivel de alimentación y de producción más intensivo y desarrollan esta patología con mayor frecuencia que los animales de tambos donde se realiza una producción extensiva, “a la antigua”.

¿Cómo se manifiesta la EQO?

La signología predominante es el anestro, la falta de ciclicidad. En esta situación, algunos animales tienen evidentes manifestaciones externas, conductuales, de celo pero sin ciclicidad. El animal no ovula pero los celos se repiten, por lo que el productor siempre va a intentar inseminar, y hay que tener en cuenta que la pajuela de semen es un insumo caro (de $50. a más de $100., cada una) y los tratamientos hormonales también. Un animal puede entrar en celo cada cinco o siete días, por ejemplo, y si no se hace un chequeo continuo los inseminadores que, en general, no son veterinarios, inseminan repetidas veces, con lo que un animal llega a tener numerosas e infructuosas inseminaciones, con una gran pérdida económica. Al suceder esto -no preñarse-, los animales prolongan sus intervalos parto-concepción y parto-parto. La vaca lechera necesita, sí o sí, tener un ternero con intervalos no mayores a 12 o 15 meses para estar continuamente produciendo leche de manera eficiente. Entonces, cada vez que la inseminación fracasa o, debido al anestro, las vacas no se sirven, los intervalos reproductivos se prolongan. Todo esto se traduce en grandes e importantes pérdidas económicas expresadas en mermas de los litros de leche producidos, pérdidas en el manejo de la reposición y en la demora del vientre en entrar a una nueva lactancia, por citar algunas. Todo esto hace al sistema productivo menos eficiente.

Con relación a esta enfermedad, ¿qué le recomendaría al productor lechero?

Uno va a querer tener siempre el mayor nivel de producción posible, y en pos de ello tenemos que ver al animal como tal. Creo que las modificaciones que le vamos a generar en su entorno, en su ambiente y principalmente en su alimentación son de amplia incidencia en esta enfermedad, por lo que hay que apuntar a tener un correcto manejo del ambiente, de la nutrición y de la sanidad, en especial en el período de transición o periparto (21 días antes, y 21 después del parto), que es un período en el cual el buen manejo de los vientres permitirá lograr una mejora en la productividad futura, y es un período en el que el productor debe solicitar asesoría y focalizar esfuerzos.

(*) Graduado en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UNL, sita en Esperanza (Sta. Fe),  y docente en la Cátedra de Farmacología de la citada Facultad.

Entrevistó: Lic. Enrique A. Rabe (ÁCS/CONICET Santa Fe).

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