INALI (CONICET-UNL)

“La ciencia es una forma más de cultura que no es necesariamente la forma dominante”

Alejandro Giraudo, sobre la necesidad de enlazar saberes y teorías para construir sociedades sostenibles, equitativas e integradas a la naturaleza.


Foto: gentileza A. Giraudo.

Dialogamos con Alejandro Giraudo, doctor en Cs. Biológicas, docente e investigador, sobre la necesidad de integrar los saberes y las teorías de la ciencia y las comunidades para construir sociedades sostenibles, equitativas e integradas a la naturaleza.

Por Mora Laiño / MINCYT

Su formación disciplinaria se centró en el campo de la biología, particularmente en la biología de la conservación, que integró a una trayectoria profesional en la que se observa un trabajo y reflexión permanente sobre los vínculos entre sociedad y naturaleza, y entre la producción de conocimientos de base científica y los saberes de las comunidades. En base a su experiencia ¿qué aprendizajes adquirió en este sentido y qué aspectos de estas interacciones considera necesario profundizar?

Los biólogos de campo vemos, de primera mano, cómo la flora y la fauna retroceden constantemente ante las aceleradas modificaciones que ocurren sobre el ambiente como consecuencia de procesos como la globalización, el consumismo y la extracción de los recursos naturales.

Sin embargo, cuando uno va al campo observa cómo las comunidades locales que viven relacionadas a su ambiente, generan adaptaciones estructurales en las que logran obtener aquellos recursos que necesitan de manera medida, sostenible.
Estos pueblos, originarios o criollos, han logrado convivir durante siglos con mínimas modificaciones sobre el ambiente. Es por eso que los saberes locales son tan importantes como los saberes científicos cuando se habla de “sostenibilidad”.
Estas culturas, al haber desarrollado un uso racional del agua, de la fauna, de la flora, tienen variedades de cultivos adaptadas a las regiones donde viven, que son mucho más diversas que los cinco o seis cultivos de los que se alimenta la actual población humana. Tienen soberanía alimentaria.

Por el contario, el modelo cultural dominante, impuesto mundialmente a través de la globalización y de los medios de comunicación, es poco sostenible ambientalmente y no se adapta a los diversos ecosistemas mundiales. No solo eso, sino que impone cierta presión para que estas personas abandonen su cultura tradicional en busca de los beneficios de lo que llaman el “progreso”, tal como se presenta desde los modelos dominantes, buscando invisibilizar esos conocimientos para reemplazarlos por explotaciones más tecnificadas y dependientes de insumos (maquinaria, agroquímicos, combustibles) que no se adaptan a las condiciones locales e incluso son ineficientes energéticamente (más calorías en insumos que las obtenidas en alimentos), a la vez que concentran la tenencia de la tierra y generan migraciones a las ciudades.
Las ciencias básicas como la biología, e incluso científicos de principio de siglo como Charles Darwin, ya nos advertían sobre los graves problemas ambientales. Sin embargo, estos comenzaron a ser visibilizados globalmente recién hace 40 o 50 años.

Hay un tipo de ciencia vinculada con la tecnología, el bienestar o el consumo que se difunde más rápidamente, mientras que hay otro tipo de ciencia básica que tiene poca difusión, que evidencia con detalle los problemas socioambientales (contaminación, defaunación, deforestación, cambio climático) y propone posibles soluciones.

Usted contrapone la expresión de “crisis socioambientales” frente a la de “crisis de la biodiversidad” ¿Son las crisis de la biodiversidad resultado de las crisis socioambientales? ¿Qué otros efectos sociales, económicos y ambientales provocan las crisis socioambientales además de su impacto en la biodiversidad?

La famosa crisis de la biodiversidad fue denunciada, especialmente por biólogos y paleontólogos, hace varias décadas al observar la acelerada desaparición de ciertas especies como consecuencia de las actividades de los seres humanos.

A su vez, hubo seis grandes extinciones masivas en distintos periodos, generadas por causas físicas como grandes vulcanismos y cambios en el clima, que afectaron la Tierra. La paradoja actual es que es la primera vez que una especie biológica está produciendo una extinción masiva. Pero esa especie biológica, que somos los seres humanos, nos diferenciamos de las demás por tres atributos: racionalidad, moralidad y libertad.

Estamos comprendiendo el proceso porque somos seres racionales, sabemos que está mal porque tenemos moralidad y además tenemos libertad para decidir si queremos cambiar esto. Esto genera una paradoja; la especie más inteligente que existió devenida de la evolución biológica, está causando una tragedia ambiental similar a la del impacto de un gran meteorito o de enormes erupciones volcánicas, y está acabando con muchas otras especies con las que comparte la Tierra.

Hoy las tasas de extinción son de cien a mil veces más rápidas que en otros períodos de extinciones masivas. ¿Por qué considero que la conservación es un problema socioambiental y humano? Porque en las otras extinciones la diversidad siguió evolucionando y la vida se reconstituyó por completo. Ahora, en cambio, nuestro bienestar, nuestra calidad de vida, y hasta nuestra propia supervivencia están en juego. A nivel mundial, los sistemas económicos están en crisis por el colapso o sobre-explotación de los recursos naturales, acelerados cambios en el clima, contaminación y otras consecuencias que afectan profundamente a las sociedades y que se han convertido en crisis socioambientales. Constantemente ocurren tragedias climáticas en los países desarrollados, hambrunas en África y problemas de aprovisionamiento de alimentos. El ser humano está extrayendo más recursos de los que necesita toda la población humana, pero los está repartiendo mal. Se da una paradoja, nuevamente.

En cuanto a los efectos sociales, se puede hablar de pérdida de soberanía alimentaria, de variedades de cultivos, costos sanitarios, morbilidad y mortalidad por enfermedades emergentes, migración de personas y pérdida de culturas y sus conocimientos.

Entre los efectos ambientales hay desaparición de especies que terminan afectando a lo que llamamos los “ciclos biogeoquímicos esenciales para la vida”, de los que nosotros somos parte como el ciclo del agua, del fósforo, del nitrógeno y del carbono.
Lo mismo sucede con la regulación climática. También estamos interrumpiendo las cadenas alimentarias con el aumento de la población mundial. Bajo los nuevos estándares de consumo, el aumento poblacional urbano es muy ineficiente en relación a la energía que se consume. Cuesta reconocer que los recursos esenciales dependen de la naturaleza, entonces se cree que los problemas de la naturaleza no afectan a las sociedades. Es decir, se considera a la sociedad como algo aislado, separado de la naturaleza. Esta falsa dicotomía Naturaleza-Sociedad, como sistemas independientes, es la que caracteriza a la visión antropocéntrica a ultranza de sostenibilidad, mientras que en una visión de sostenibilidad del sistema socio-ecológico total, el sistema natural o ecológico debe siempre contener al sistema social. No se puede sobredimensionar a las sociedades por encima de la capacidad de carga de los ecosistemas locales, regionales y globales. Estas sociedades están destinadas al colapso, es lo que ha ocurrido históricamente con aquellas que destruyeron sus recursos naturales.

¿Cuál es el enfoque de la biología de la conservación para el abordaje de problemas ambientales complejos? ¿Qué rol juegan los enfoques transdisciplinarios en este marco?

Tenemos un sistema ambiental que está compuesto por la biodiversidad organizada en ecosistemas, el suelo, el agua, los minerales, entre otros componentes físico-químicos. Ese sistema ambiental interacciona con nuevos sistemas que son invenciones de una especie biológica, los humanos.

El sistema humano es en parte biológico porque tenemos todas las necesidades que tiene cualquier otra especie pero, a su vez, está socialmente modulado, porque la sociedad en donde nacemos y la cultura que aprendemos van a influir en cómo obtenemos los recursos naturales. Y también en parte es psicológico, porque somos psicológicamente complejos.

A su vez, generamos un sistema económico que se basa en la obtención de servicios, el intercambio de mercancía y el trabajo. Es un sistema que concentra mucho poder e influye sobre el cuarto sistema, el político.
El sistema político determina la organización por la cual nos manejamos en la sociedad, a nivel de Estado e incluso a nivel mundial. Es el que atiende las relaciones de poder entre los sectores sociales y el que puede, incluso, limitar o modular el sistema económico y el humano.

Por último, podemos hablar de un sistema cultural que está compuesto por todo lo cognitivo, desde las culturas tradicionales, la religión, las ideologías, hasta la ciencia y la educación.

Estos sistemas interactúan entre sí para abordar cualquier problema complejo como es la sostenibilidad de los recursos naturales y los sistemas sociales. De este modo, los biólogos entendimos que teníamos que salir del sistema ambiental e interactuar con el sistema humano, el económico, el político y el cultural, para poder comprender estos temas.

Desde mi punto de vista, la biología de la conservación sería un enfoque integrado transdisciplinario de protección y manejo de la biodiversidad para lograr la sostenibilidad del sistema socio-ecológico total, que parte de las relación Naturaleza-Sociedad e integra principios tanto de las ciencias naturales (ecología, evolución, biogeografía) como de las ciencias sociales (economía, política, sociología, derecho) o mixtas (antropología, geografía, epidemiología) e incluso de tecnologías de manejo de los recursos como la agricultura, la pesquería y el desarrollo comunitario, sumando también conocimientos empíricos como los saberes tradicionales.

Hoja de ruta

Alejandro Giraudo es doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), profesor de Biología de la Conservación en la Licenciatura en Biodiversidad de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad Nacional del Litoral (FHUC-UNL) e investigador Independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto Nacional de Limnología (INALI). Su actividad se centra en estudios sobre biodiversidad, biogeografía y biología de la conservación, usando vertebrados como indicadores, para comprender los efectos de los procesos de modificaciones humanas sobre las biotas y desarrollar estrategias de conservación con bases científicas. Publicó 89 trabajos en revistas científicas y 43 libros y capítulos de libros, en el ámbito nacional e internacional. Coordina grupos transdisciplinarios de investigación y gestión para el abordaje de estrategias de conservación desde una visión sistémica e integradora de factores ambientales, socio-políticos, económicos y culturales. Trabajó en la creación de áreas protegidas incluyendo el Sitio Ramsar Jaaukanigás, parques nacionales y reservas.

En este sentido, ¿cómo la ciencia puede integrar los saberes de las comunidades locales para el desarrollo de estrategias de conservación?

La transdisciplina significa no moverse dentro de una sola disciplina. La multidisciplina transversal implica que varias disciplinas analizan un problema, pero no interaccionan entre sí, ninguna influye sobre otras. En cambio, en la interdisciplina, las disciplinas se entrecruzan, se pautan objetivos comunes y se integran para generar un tipo de conocimiento nuevo que no es la mera suma de disciplinas por separado sino que, verdaderamente, genera postulados, teorías, análisis y acciones que trascienden esas disciplinas, y permiten abordar más integral y fructíferamente los problemas complejos como son los socioambientales.

Del enfoque interdisciplinario pasamos al transdisciplinario (que incluye al anterior) debido a la necesidad de integrar a participantes no académicos y a los saberes populares, especialmente saberes comunitarios y ancestrales, de esas culturas adaptadas a su medio que generaron importantes conocimientos a través de la experiencia.

En general esas culturas tienen muchísimo para aportar aunque, lamentablemente, sufrieron procesos violentos de colonización que hicieron que algunas desaparecieran, otras se escondieran o se mantuvieron aletargadas.
Actualmente, sin embargo, empieza a haber cierto reconocimiento para que esas identidades culturales vuelvan a interaccionar con la sociedad. Entonces, la ciencia toma y aprende cosas de ellas; por ejemplo, a partir del estudio de los principios activos de las plantas que usan las culturas aborígenes, se logran sintetizar drogas para el tratamiento de ciertas enfermedades. Es decir, se transforma un conocimiento empírico en un conocimiento científico con capacidad de ser transferido incluso a las sociedades más modernas.

También sucede el otro camino; por ejemplo que la ciencia desarrolló vacunas que permitieron combatir enfermedades que devastaban las poblaciones humanas durante siglos, y en el caso de la Argentina, son aplicadas a toda la sociedad.

Necesitamos integrar todos los tipos de conocimientos de una manera equitativa, no soslayándolos, y para eso se tienen que crear espacios donde todos puedan dialogar. La ciencia es una forma más de cultura que no es necesariamente la forma dominante.

Si bien la ciencia tiene la capacidad de ser inteligible (se entiende mediante el razonamiento), verificable (muestra evidencia), tiende a ser objetiva (diseña sus experiencias y mediciones explícitamente repetibles, evitando o minimizando la subjetividad del investigador), contrasta sus teorías e hipótesis con la realidad (puede rechazar o modificar rápidamente sus afirmaciones si son refutadas por los hechos), para aportar a la comprensión de los problemas; las soluciones requieren tanto la intervención de la ciencia como de los conocimientos culturales o la participación de la sociedad.

En la transdisciplina tenemos que promover una integración entre ciencia y sociedad, apoyados en la educación, con el objetivo común de manejar los recursos naturales de manera sostenible y equitativa para toda la sociedad.

¿Cuáles son los criterios que se utilizan en Argentina en la identificación de áreas prioritarias para el desarrollo de estrategias de conservación de la biodiversidad? ¿Qué metodología se utiliza para definir la vulnerabilidad de las especies?

Para evitar la extinción de especies se pueden desarrollar varias estrategias, aunque la más importante es la conservación de sus hábitats en superficies adecuadas. Para ello se definen áreas protegidas de sectores representativos de los distintos biomas que tenemos. Los biólogos evaluamos cuáles son los diferentes biomas o bioregiones que existen en la Argentina y la biodiversidad que contienen. Allí viven especies entre las cuales algunas son endémicas, es decir, que viven exclusivamente en un tipo de bioma y lo caracterizan. De manera que si perdemos esos ambientes estas especies se van a extinguir para siempre. En la Argentina tenemos especies que se han extinguido como un guacamayo o jacinto azul verdoso enorme que vivía en el Río Paraná y un zorro endémico de las Islas Malvinas, por ejemplo.

Para medir la vulnerabilidad buscamos comprender el grado de amenaza a la que se ve sometida una especie. Es decir, la probabilidad que tiene de extinguirse en el corto plazo a partir de las actividades humanas que la ponen en riesgo. Una vez que tenemos esa información, detectamos los lugares con mayor diversidad de especies tanto endémicas como amenazadas para protegerlo con el objetivo de representar toda la biodiversidad posible. Generamos mapas donde se observan las áreas prioritarias para la conservación de la biodiversidad y las comparamos con el sistema de áreas protegidas para detectar vacíos de conservación. Además, usamos índices como el de la huella humana para que las áreas protegidas entren lo menos posible en conflicto con los usos humanos.

No obstante, si queremos conservar los procesos ecológicos y evolutivos que mantienen la biodiversidad, y los bienes y servicios ambientales que nos brindan, las áreas protegidas son insuficientes. Se deben conservar o desarrollar actividades sostenibles que no destruyan el ambiente dentro de las propiedades privadas.

En este sentido, donde el uso de la tierra es intensivo, como en la región pampeana, la superficie de áreas protegidas es extremadamente baja debido al costo de la tierra, con lo cual está siendo totalmente modificada y, por ejemplo, el venado de las Pampas está a punto de extinguirse.

En el actual modelo dominante de desarrollo los procesos acelerados de urbanización y el aumento en la demanda de alimentos y energía, están generando impactos de magnitud en los ecosistemas a nivel mundial. En este contexto, ¿es posible transitar hacia un equilibrio entre la conservación de la naturaleza, las necesidades humanas y las estrategias de desarrollo socioeconómico?

No solo es posible transitar hacia ese equilibrio sino que estamos obligados porque las consecuencias de no hacerlo serían catastróficas.

El cambio climático ya está afectando en distintas partes del mundo. Quienes emiten mayores cantidades de dióxido de carbono son los países industrializados, los responsables históricos más importantes son Estados Unidos, Europa y China.

Por otra parte, la cantidad de alimento y de energía producida son suficientes para toda la población humana pero no tenemos un sistema equitativo como para que todas las personas accedan a esos recursos mínimos. Esto genera desigualdades enormes, mayores aún que las existentes en la edad media.

Necesitamos hablar de la sostenibilidad del sistema socioecológico total, ya no del sistema humano sino de la sociedad integrada a un sistema ecológico que la sostenga.
Esto requiere que buena parte de la humanidad consuma menos y que el reparto de los recursos sea más equitativo para todos.

Se deben realizar programas nacionales e internacionales conjuntos para enfocar esfuerzos en todos los sistemas relevantes; el cultural (ciencia más conocimientos tradicionales) con un esfuerzo educativo masivo para cambiar las relaciones naturaleza-sociedad, el político (hacia relaciones sociales equitativas) y el económico (centrado tanto en la sostenibilidad social como ambiental).

Particularmente, creo en una democracia integral en la que los diferentes grupos sociales tengan la misma posibilidad de acceder a los recursos, ahorrar energía y obtenerla de fuentes limpias y renovables, reducir masivamente residuos y contaminantes, y controlar el crecimiento poblacional mundial en relación con la capacidad de carga planetaria. Una democracia más participativa, con gente informada, que comprenda ampliamente las problemáticas socioambientales evitando sobreexplotar los recursos naturales. Donde los individuos apuesten a su creatividad, a su inventiva, antes que al consumismo, evitando la concentración ilimitada de la riqueza.

Ahí la ciencia tiene mucho para aportar aunque es fundamental el libre acceso a la cultura en su conjunto, incluyendo los saberes ancestrales, lo que nos va a permitir tomar mejores decisiones a partir de una educación humanista que nos ayude a enfrentar estos problemas socioambientales globales cuanto antes.
Esta forma de organización tiene que ser profundamente democrática e integral, partiendo de que son problemas socioambientales sistémicos complejos y que somos los humanos quienes debemos cambiar para las próximas generaciones.
Los humanos somos animales, las sociedades no. Son construcciones nuestras y somos capaces de modificarlas. Los humanos somos la única especie que nos modelamos a partir de entidades naturales, de la formación social y la cultura, y en gran medida nos autoconstruimos y nos autodiseñamos. La pregunta clave es: ¿Lo que estamos enseñando, diseñando y construyendo para las nuevas generaciones nos permitirá afrontar las crisis socioambientales? Podemos y necesitamos cambiar en pocas generaciones y eso requiere un esfuerzo global, regional y local para construir sociedades sostenibles, equitativas e integradas a la naturaleza.

*Integrante del Programa de Ciencia, Tecnología e Innovación para el Desarrollo Sustentable (CITIDES). Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.