DÍA NACIONAL DE LOS DERECHOS POLÍTICOS DE LAS MUJERES

Hacia una democracia más igualitaria: a 76 años del voto femenino

La investigadora del CONICET María Celeste Ratto reflexiona sobre el significado de este hito que transformó la sociedad, la política y la cultura argentina.


El voto femenino en las elecciones de 1951. Foto: AGN
El voto femenino en las elecciones de 1951. Foto: AGN Julieta Lanteri, primera mujer que votó en Argentina y América Latina, llega a los comicios en 1911. Foto: AGN.
Primera votación con participación de mujeres. Foto: Archivo Eloísa Chicco.

La promulgación de la Ley 13.010 del voto femenino en Argentina, el 23 de septiembre de 1947, marcó un punto de inflexión en la participación política de las mujeres en la vida pública que permitió que todas las mayores de 18 años puedan votar y ser elegidas. Sin embargo, el sufragio femenino fue la concreción de una historia de luchas de los diversos movimientos políticos y sociales, y de las agendas que se volvieron visibles para ampliar la representación democrática igualitaria.

Según explica María Celeste Ratto, doctora en Ciencia Política, investigadora del CONICET en el Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (IIDyPCa, CONICET-UNRN) y directora del Centro Científico Tecnológico CONICET Patagonia Norte, “nuestro país fue uno de los primeros en la región que adoptó el sufragio universal, lo hizo en 1821. Durante mucho tiempo, las mujeres no tuvieron derechos civiles y estaban incapacitadas jurídicamente. A principios del 1900, varias mujeres socialistas, universitarias y damas de beneficencia, comenzaron a organizarse y a promover ciertos temas sociales y políticos. Entre estas pioneras podemos mencionar a Cecilia Grierson, primera mujer en recibirse de médica en 1889; Alicia Moreau de Justo, socialista que ocupó altos cargos en ese partido; y Julieta Lanteri. Esta última fue un emblema en la lucha por el voto femenino ya que mediante una acción judicial logró que se le permitiera votar en las elecciones municipales en 1911, creó el partido sufragista y fue la primera mujer en votar en América Latina”.

Asimismo, la investigadora remarca que el carácter universal del voto era pensado desde la hegemonía de poder por quienes sí podían estar en la esfera pública y ser reconocidos, los varones considerados ciudadanos, mientras que las mujeres no eran visibles en esta universalidad ya que se las condicionaba a no acceder a ciertos derechos como la educación, tenencia de bienes y libertades de acción que requerían la aprobación de esos varones.

Otro antecedente a destacar es la elaboración de seis proyectos de sufragio femenino que se presentaron entre 1916 y 1930, aunque ninguno de ellos fue debatido en las Cámaras. A su vez, hay que mencionar que en 1927 el voto femenino se instituyó en la provincia de San Juan.

La investigadora comenta que si bien hubo varios antecedentes que dan cuenta de la organización política de las mujeres sufragistas y de su lucha, los proyectos generalmente llegaban a las cámaras y eran desestimados o lograban tratarse sin éxito. “Las demandas no lograron obtener la voluntad y la decisión política para concretar esta conquista. Si la lucha la podemos atribuir a las mujeres socialistas, la conquista final del voto femenino fue peronista”, argumenta Ratto.

Así, el 9 de septiembre de 1947 se aprobó esta Ley de Voto Femenino, el 23 de septiembre se promulgó y el 11 de noviembre de 1951 las mujeres votaron por primera vez. La diferencia entre la cantidad de votantes de 1946 a 1951 fue de más de 4 millones de personas, de las cuales más del 80 por ciento fueron mujeres.

De acuerdo con Ratto, el acceso al ejercicio de este derecho político significó “el nacimiento de la mujer como actora política, el ingreso a la vida política con sus derechos y obligaciones. Pero no sólo implicó algo sustancial para las mujeres, lo fue para la democracia en sí, ya que a partir de ese momento se logró la efectiva igualdad mediante el voto, que es la base de cualquier democracia”. Este derecho también permitió que las mujeres puedan ser candidatas y participar de la toma de decisiones. “Este hacer presente a las mujeres en los ámbitos políticos es lo que va a permitir incorporar nuevos temas, perspectivas y formas de ver a la sociedad, enriqueciéndola y mejorando la representatividad de la democracia. Fue ganar un nuevo espacio de participación ciudadana y política, aunque esa incorporación de las mujeres en la esfera política no fue desde un lugar revolucionario sino más bien desde la extensión del rol de las mujeres ya asignado previamente en las tareas sociales y de continuidad de las tareas en el hogar”, expresa. Asimismo, remarca la figura de Eva Perón, quien motivó la participación de las mujeres como, por ejemplo, en el Partido Peronista Femenino.

Para Ratto, la implicancia de las mujeres en la vida pública se amplió desde aquel hecho histórico hasta hoy, logrando nuevos derechos que fortalecieron la democracia y la participación política, tales como la Ley 24.012 de Cupo Femenino (1991) y la  Ley 27.412 de Paridad de Género en Ámbitos de Representación Política (2017). En ese sentido, la especialista analiza que “es importante remarcar que aún queda mucho por recorrer. Por ejemplo, luego de la sanción de la Ley de Paridad, hemos sufrido una disminución de la cantidad de mujeres que llegan al Congreso. Ello se debe a que desde ese momento hay menos listas encabezadas por mujeres y estamos ocupando los lugares con menos chances reales de ser elegidos. Eso en la práctica significa que están entrando menos mujeres de lo que sería esperable con un marco legal de paridad”.

A su vez, para la investigadora, los espacios de participación que promueven esa representación fueron construyéndose con herramientas institucionales como esas leyes que “son relevantes en la construcción y en la conquista de derechos y nuevos espacios, pero la construcción fundamental está en el movimiento feminista. Son los colectivos sociales los que estructuran y dan cuerpo a las demandas y los que permiten su sostenibilidad en el tiempo. Las agendas que se promueven y buscan desde las bases sociales de estos colectivos son las que trascienden y permiten lograr nuevos avances. Nosotras en Argentina tenemos una historia potente de construcción del movimiento feminista que a lo largo de los años ha ido sedimentando estas luchas y conquistas. Se puede tener leyes pero que, sin un colectivo que las impulse y les dé sentido, se convierten en letra muerta”.

A 40 años del retorno a la democracia, la investigadora comenta cuáles son los desafíos para continuar fortaleciéndola. “En el actual contexto, cuando algunos sectores impulsan el retroceso de nuestra democracia y una amplia gama de derechos aparecen cuestionados, es importante remarcar que en materia de derechos la lucha nunca acaba, porque no son logros en mármol que pueden sostenerse sin cuestionamiento, sino que son las bases sociales las que sostienen esas construcciones. La democracia y la ciudadanía son algo vivo, en constante redefinición, por eso es importante rescatar a la participación política como forma de practicar una ciudadanía sustantiva, lo que implica que los y las integrantes de una entidad política siempre luchan por dar forma a su destino”, concluye.

Por Mariela Méndez – Área de Comunicación CONICET Patagonia Norte